Hombre que supo ser asunto muy serio pa comprar, Acentuado Fomento. No había ni que estarle vendiendo porque él era así, de comprar. Si le ofrecían, con más razón. Un día, sin ir más lejos, compró un durmiente de ferrocarril. Le dijeron que era de quebracho, y compró. El hombre pensó: si aguanta ferrocarril, aguanta cualquier cosa. Y agarró y lo compró. Porque una cosa que soporta semejante cosa, pensó pa él, debe ser buena cosa. Pa mejor se lo vendieron lustrado, que el quebracho no será como el bronce, pero si se lo lustra bien lustradito con aceite de nuez, pasta dental y franela amarilla, le queda con un relumbrón que difícilmente un hombre sensible se resista a comparar. Y Acentuado Fomento. fue y se lo compró. Como además en las casas no tenía, compró. Pa tener, Por cualquier cosa, porque uno nunca sabe cuando puede precisar. Según él, si un día le cae un vecino a pedir un durmiente prestado, uno va y se lo presta y el otro queda encantau con el servicio, y hoy o mañana si a mal no viene, uno puede dir y pedirle prestado un rastrillo, o la mujer, cosas así, manuables. Se lo vendieron sin envío a domicilio, así que tuvo que amañarse pa llevarlo pa las casas. Ahí fue que pensó en comprar carro, pero en la zona naides tenía carro pa la venta, así que lo ató de una soga, y dentró a tirar. La soga se tensó que se le posaba una mosca inquieta y sonaba como cuerda de violín, y el durmiente quietito en su lugar, sin el más mínimo temblor ni la más mínima intención de dejarse arrastrar. Fue cuando se le acercó el vendedor del durmiente, le dijo que tenía una yunta de bueyes pa la venta. Acentuado Fomento fue y compró. Pensó en alquilar, pero dispués se dio que mejor es ser propietario porque los alquileres suben en cualquier momento, así fue que y compró la yunta e bueyes. Uno blanco y el otro negro. Los dos al mesmo precio, porque según el vendedor se habían terminado los blancos baratos. Pero si tenía algún problema con la yunta - le dijo -, clavau que la culpa era del negro. El primero en verlo acercarse al boliche El Resorte, fue el tape Olmedo, por una rendija. El tape solía mierar por una rendija, pa no ver todo, porque todo, solía decir, es mucho pa un hombre tomando vino. La rendija ayuda porque uno tiene que mirar con un ojo solo, y si anda medio pasau en vino, cerrar un ojo es de lo mejor porque le quita fantasma a la imagen. Lo vio venir, a Acentuado, y comentó como pa él: - Aquel que viene es Acentuado viajando en patineta. Primera vez que veo patineta tirada por yunta e bueyes.
Ahí salieron todos a ver, y la Duvija dijo que parece mentira semejante hombrón bobiando en patineta por entre los pastos, y pa pior sin hacer ninguna gracia ni voltereta pa medio distraer las vistas. Rosadito Verdoso se sentó en una cabeza de vaca a mirar y comer unos higos, pero la vaca se levantó molesta y tuvo que dir a sentarse en un tronco, de los troncos caídos, porque pa sentarse en los verticales era asunto dificilongo porque estaban brotados y con nidos. La yunta de bueyes se venía fumando su fatiga por las narices, y cuando diban llegando al boliche, el durmiente se trancó, se clavó de punta. Acentuado voló por los aires y las alturas, y el durmiente quedó vertical, como un mojón de quebracho marcando nada. La Duvija aplaudió creyendo que era un malabar de Acentuado con la patineta, y Rosadito se atoró con un higo de la risa que le dió la caída de Acentuado Fomento entre los patos de un charco. La Duvija se ofreció pa baldearlo y pasarle una escoba, y el hombre desató los bueyes y dentró al boliche a tomarse una cañita y contó lo del durmiente. Dijo que había comprado pa tener, porque nunca había tenido, pero que en el viaje había perdido el brillo y pa pior ahora se le había clavao en la tierra y el quebracho no era fácil de arrancar.
- Pa mi - dijo el tape Olmedo -, eso no puede quedar ahí clavau porque eso es un peligro. Un suponer uno sale de noche por cualquier necesidá o por antojo, y va y se lo pecha y si se da en la nuca capaz de quedar seco ahí mesmito.
- Usté desculpe - dijo Acentuado -, pero si usté se va y lo pecha, defícil que se lo dé en la nuca.
- Con los durmientes nunca se sabe, - dijo el tape y se mandó un trago por el pico de la botella que se le frunció el culo, a la botella.
Azulejo Verdoso, el inventor, fue y le dijo a Acentuado:
- Vea vecino, ese durmiente paráu en el medio del campo, lo que está precisando al pie, es una tumba. Usté, un suponer y sin ánimo de apresurarle nada, usté hoy o mañana espicha, y en ese quebracho se le graba el nombre con la fecha, y se le sepulta, en el mejor sentido, al pie de lo escrito, y es como si no se muriera nunca porque queda en el viento y la madera.
Ahí Acentuado se acordó que tumba no tenía, y compró. Un metro cincuenta por ochenta centímetros de tierra, en profundo. Eso sí, se fue un poco triste, porque no era una compra pa llevar.
Ahí Acentuado se acordó que tumba no tenía, y compró. Un metro cincuenta por ochenta centímetros de tierra, en profundo. Eso sí, se fue un poco triste, porque no era una compra pa llevar.
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